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NOTICIAS DEL ESPACIO PÚBLICO.


La calidad y las características del espacio público siguen siendo claves en la esencia y la evolución de las ciudades. Cada vez que se gana o se mejora un espacio público, la ciudadanía gana; cada vez que se privatiza o se degrada, la ciudad pierde.

Hace unos meses, las imágenes de las excavadoras barriendo de golpe los muros y los restos de antiguas instalaciones privadas junto a las vías de tren en el barrio de Caballito, en Buenos Aires, para convertirlo en un parque público lineal, eran imágenes emblemáticas del avance del bien público sobre los intereses privados. Inmediatamente se convocó un concurso y hace unas semanas se falló a favor de los arquitectos Daniel Silberfaden y Pablo Rozenwasser. Toda una buena noticia para la ciudad. En cambio, cada vez que un hotel se apropia del espacio urbano de sus accesos o un gran centro comercial privatiza lo que era espacio público, la ciudad pierde.

En 1999 la exposición La reconquista de Europa, presentada en el CCCB, ponía el énfasis en este proceso de recuperación y rehabilitación de los espacios públicos de las ciudades europeas en el periodo 1980-1999. Y ahora el libro L'espai públic: ciutat i ciutadania, escrito por el urbanista Jordi Borja y la arquitecta Zaida Muxí, y editado por la Diputación de Barcelona, que el pasado 3 mayo fue presentado en el Macba, vuelve a interpretar el espacio público como la esencia de la ciudad contemporánea.

El libro se divide en dos partes: la primera, teórica, repasa los conceptos que legitiman el espacio público como el lugar donde se manifiestan las principales características de cada sociedad, y la segunda está dedicada a unos 70 ejemplos de obras recientes, que van desde Barcelona hasta América y Asia, muchas de ellas modélicas y algunas tomadas como antimodelos. Con este enfoque dual, teórico y práctico, dicho texto se convierte en una pieza imprescindible para interpretar el papel clave del espacio público en la ciudad actual. Y los ejemplos que se presentan ponen en evidencia un fenómeno decisivo: especialmente entre los años 1985 y 1995 se ha producido una recuperación del protagonismo del espacio público, que se ha convertido en la pieza clave para reestructurar y mejorar la calidad de la vida urbana.

Partiendo de las plazas y parques de Barcelona, pasando por las intervenciones en las ciudades francesas, como Lyón o Estrasburgo, y llegando hasta operaciones clave como Río-Cidade, en Río de Janeiro,se demuestra el carácter imprescindible de la rehabilitación del espacio público. Los muy diversos casos -espacios públicos en ciudades compactas, densas y con memoria histórica; intervenciones de nueva centralidad en las periferias; utilización de infraestructuras como líneas de tranvía para reformar el espacio público; grandes espacios resultantes de viejos nudos y terminales de transporte- tienen unas características comunes: la decisión de frenar la presencia del automóvil, que se había ido adueñando de las ciudades en los años setenta; la voluntad de relacionar los espacios públicos con ejes infraestructurales; el cuidado en el diseño del mobiliario urbano, y el énfasis en la multifuncionalidad.

Y mientras que en los casos europeos se ha tratado de recrear e introducir nuevos espacios públicos, en el caso latinoamericano se trata más de recuperar los vacíos que ya existen o de restaurar las aceras, paseos y parques que se habían ido abandonando y degradando. " Cuando la burguesía la descartó, en los años sesenta, como lugar de vacaciones, los 'hippies' y los jóvenes alternativos la convirtieron en un 'paraíso' "

En definitiva, toda defensa del espacio público forma parte de una posición política a favor de lo colectivo y en contra de los enemigos de lo urbano. Es un toque de atención hacia la degradación y la guetización en un momento en el que el producto arquitectónico o el barrio cerrado pretenden sustituir al urbanismo. Sin embargo, a pesar de la presión privatizadora, consumista e individualista, y a pesar de que una parte de las actividades puedan desarrollarse ya virtualmente, es difícil imaginar una sociedad democrática sin el fortalecimiento del lugar por antonomasia de la civilidad, el lugar de relación entre las distintas clases y culturas. Al mundo de lo virtual, para ir creciendo, le es vital mantener y enriquecer su relación con el ámbito socializador, igualitario y físico del espacio público en la ciudad.

Tal como argumenta Oriol Bohigas, autor del prólogo del libro, se debe reivindicar el valor del espacio público y de la arquitectura integrada en la trama urbana existente frente a los intereses de los inversores, que sólo pretenden obtener los máximos beneficios según las leyes del sistema capitalista, y de aquellos arquitectos que sólo quieren proyectar objetos autónomos, exabruptos sin ninguna relación con la ciudad, productos que buscan la fama del autor y rehúyen cualquier compromiso con la ciudad, obras que son cómplices de la sumisión al mercado y de la destrucción de la ciudad, que rechazan proponer modelos y que no quieren ser solidarias.

Este libro de Borja y Muxí se convierte en un texto programático para el pensamiento crítico que combate los argumentos de los defensores de la disolución de lo urbano en masas fragmentadas y sistemas de flujos circulatorios que invaden el territorio. Nos hace ver que a principios del siglo XXI hay unos derechos básicos que reivindicar: el derecho al espacio público y a la monumentalidad, a la belleza, a la movilidad y accesibilidad, al uso de las tecnologías de la información y la comunicación, e incluso el derecho a la ilegalidad de acciones como las de los okupas contra las prácticas injustas que se basan en el altísimo valor del suelo y de la vivienda mientras cientos de miles de casas están vacías.

Josep Maria Montaner
El País, 10 de mayo del 2001